EL
MALTRATO INFANTIL
En un estudio hecho
por la UNICEF en chile (1995), se detectó que quienes más maltratan a los
niños, son por lo general las mujeres. Estas son habitualmente las encargadas
de la crianza de los niños y son ellas las que deben enfrentar a diario la
relación con los niños y cumplir bien con sus tareas de madre y dueña de casa.
Ellas además se encuentran habitualmente sobrepasadas de responsabilidades. Sin
embargo los maltratos más violentos y destructivos provienen de los hombres,
ellos son también los responsables de los casos de abuso sexual. Este último
aspecto constituye el tema de una cartilla aparte sobre el tema, ya que tiene
características distintas y efectos muy particulares en los que la viven por lo
que se tocará muy superficialmente aquí.
En nuestro país seis
de cada diez niños son maltratados o agredidos (SERNAM 1996). Al igual que en
el caso de la violencia conyugal el tema del maltrato hacia los niños no es culpa
solo del agresor, este problema se da en familias que viven dificultades de
relación entre ellos y se usa la fuerza como una alternativa para resolver una
situación que se hace inmanejable. En ningún caso el agredir a otro es una
forma eficiente para lograr que el otro aprenda. Y aunque tradicionalmente se
piensa que el golpe o la descalificación pública pueden ser efectivos para
evitar que un niño haga algo, esto tiene consecuencias más graves de lo que se
piensa.
A veces los padres
hacen uso del castigo físico en situaciones puntuales. Esto no puede ser
llamado maltrato infantil, pero hay que decir que el castigo físico no es ni
tan eficiente, ni tan inofensivo como parece.
Un niño que ve que su
padre o madre le pega, pensará que pegar es una conducta que es útil para
corregir al otro, y es probable que la use frente a sus compañeros o amigos.
Además tiene poco efecto en eliminar conductas que se quieren evitar, ya que
solo garantiza que el niño no haga “lo incorrecto” delante del padre o persona
que castiga, pero puede hacerla cuando esté en otra parte o cuidado por otras
personas.
Además el castigo
físico o la descalificación tienen también efectos en la imagen que el niño tiene
de si mismo. Así un niño que es llamado tonto o que se siente “malo” se sentirá
mal consigo mismo, aunque esto no se le diga frecuentemente.
Existe también el
maltrato pasivo o abandono de los niños, que implica no hacerse cargo de ellos
y dejar que cada uno se las arregle como puede. Un ejemplo patente de este tipo
de actitud son los niños dejados en hogares de menores, prácticamente
abandonados, con mínimas visitas por parte de familiares, o “los niños de la
calle” que aprenden a sobrevivir por sí mismos a edades muy tempranas,
transgrediendo la ley y prostituyéndose para comer. El abandono es más
frecuente aún cuando se trata de niños con limitaciones físicas o intelectuales.
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